UNA HOJA
Entregada a los brazos de la ráfaga,
su danza es una caracola de oro
en el espacio lento de la tarde,
hasta perderse en dulce despedida.
Entre una espesa multitud doliente
se suma con su nota quejumbrosa
a la gris sinfonía del otoño,
clamando la presencia de un sol tibio
que acaba de escaparse entre los árboles.
Y sigue su camino en la marea
chispeante y vagabunda de la plaza.
El creciente destino de un ritual,
el de una realidad ineludible
que cumple con su entrega hacia el olvido.
Mabel Fontau
domingo, 12 de febrero de 2012
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